miércoles, 18 de octubre de 2017

EL HAMBRE DE LA PATRIA (III)


Los recuerdos solo pueden cambiar el pasado menos interesante.

No renuncio a nada,simplemente hago todo lo que puedo para que las cosas renuncien a mí.

Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida,es la vida misma defendiéndose.


Cómo cansa ser todo el tiempo uno mismo. 







Uno no escribe la vida que esta viviendo. La vida que es hoy no está acumulada sobre nuestra memoria, no es literable, por lo que volvemos la vista hacia atrás para buscar la poesía en lo remoto. Saber ser, o querer ser uno mismo, es algo incongruente con la idea del acto creador como un proceso emergente. 

La poesía, la escritura de un poema, elude toda urgencia. Su fulgor proviene, casi con exactitud, del reposo, del paladeo excesivo y prolongado de una imagen; el regusto por un verso celosamente escondido y añorado, pulido fervientemente en soledad y silencio.

La escritura de la poesía es un acto de constricción, de extrañamiento, donde procesamos y traducimos en palabras, signos, antiguas memorias, sensaciones magnificadas y deglutidas en el tiempo; para crear una unidad sensitiva de significados que nos acerque a las respuestas, o preguntas, que nos han obsesionado siempre...







Pisum Sativum: el hambre de la patria



Los hijos de la vecina crían palomas en el techo de mi casa / según la vieja Emilia, tan caustica y serena en los límites de un jardín, que fue siempre el jardín de su vida y de su muerte / cosas con plumas que son la esperanza, aladas tristezas.

Desde sus muslos y bíceps pude invitarlos a probar mi cuerpo: una magra sopa de lentejas, el rastrojo de unos plátanos en tentación, o la costra de un caldero donde abuela solía urdir natillas, con fécula de maíz y leche de coco. 

Ellos suben al techo por costumbre. Es más cómodo estar encima que debajo, y hay necesidad de pisotear mis días, machucarme el corazón para regar en él puñados de arroz, o millo, a falta de otra legumbre tan nutritiva como el chícharo, también llamado guisante, arveja. 

Llegan, como queriendo romper la luz, fraccionar el hambre de la patria. 

Pisum sativum: otra forma de decir el hambre, esa planta que sostiene a los hombres; y posee un sistema vegetativo poco desarrollado, con raíz pivotante que tiende a profundizar; solo lo indispensable, no más que el fragor de mujer en las ingles de los hijos de mi vecina. 

Uno de ellos, el albo, ha colocado un piercing en su tetilla izquierda; y la cabeza parece un nido de perdiz, corona de luz absorta, encima del grito de su madre cuando los despierta. Todo lo que hay de imprescindible en mis ojos es para que las aves vuelvan a su mano, a comer los gestos que supe acariciar, inventándome la nieve.

Pisum sativum. Nutritivo caldo de semillas que aderezo con ají. Joyas del mundo vegetal. Sus hojas forman pares de foliolos terminados en zarcillos; aretes anillados, lo mismo para dilatar el lóbulo de la oreja, que para domar estos retoños de alas que no terminan de florecerme.

El mayor, comulga su ternura, tan montaraz como la yerba, ágil para decidir cuál de mis juguetes prefiere a cambio de su boca, de un abrazo bajo la fronda de los atejes; donde nadie nos vea, entre los esporádicos sorbos de ajenjo, dar besos que abrirán las piernas de las muchachas. 

Pisum sativum: no deja de ser una docta manera de nombrar los guisantes, vulgares chícharos de salvadora enjundia para acompañar al extraño puré en los almuerzos de la escuela. Planta cuyas simientes se encuentran en vainas de entre 5 a 10 centímetros de largo; las mismas que hoy me digno a escoger para llevar a la mesa un festín de potaje, algo de arroz y huevos escaldados. 

El más pequeño viene a medrar. Nunca amó palomas, su apetito fue de mangos y ciruelas, de rústicas guayabas posadas en mi techo, para saber que los gallos dan dinero y las mujeres lo quitan, porque los gallos tienen espuela y las mujeres un sitio donde encajarlas, hacerlas sentir menos importantes.

Pisum sativum: una forma de vivir multiplicando el café, ese polvo frugal que nunca alcanza y nos ayuda a recibir el día con un trago amargo. Pisum sativum: guisante, chícharo o café. Alimento Nacional cuyas inflorescencias nacen arracimadas en brácteas foliáceas y se insertan en las axilas de las hojas; como el nuevo mundo que aparece en el pubis imberbe de los hijos de mi vecina, esos muchachos de al lado, cuya vida es rescoldo de mi hambre.

En esta tarde de noviembre, tan llena de abril como la isla, agarran mi corazón y lo echan a volar. Envían tibios mensajes, cartas que nadie va a recibir, ni a explicar, como quiero entenderlos yo, con ese amor que envidio, y acaso no merezco, como las palomas, esas cosas con plumas que vio posadas en su jardín la vieja Emilia; y son la paz, la esperanza, o la muerte.





MARGINALIA:  Las tres frases del gran Julio pertenecen, obviamente, a Rayuela, esa catedral narrativa que todos decimos haber leído pero que en realidad muy pocos lo han hecho. (¿Es obligatorio hacerlo?) Están diseminadas por los capítulos: 15, 28, 31 y 36 (Por si a alguien le interesa). /Este poema pertenece a El Hambre de la Patria (1972: Unplugged), que obtuvo el "Premio Internacional de Poesía Juan Alcaide". Otros poemas del libro pueden leerse aquí. / Detrás de este texto hay un paisaje, una sombra, un ruido que se escucha en todos los rincones y está por aparecer.  / En ocasiones uno dice palomas y quiere decir gaviotas, golondrinas, mirlos... en fin el tibio gorrión.


No hay comentarios:

Publicar un comentario