miércoles, 16 de marzo de 2016

CÉSAR VALLEJO: El heraldo de los poetas humanos

A la hora más triste del asunto
no quería bajar porque decía que allí estaba
oscuro.
Pero estaba muerto y hubo que bajarlo.
Los sombreros abandonaron las cabezas,
se alzaron copas, adioses, letreros de nunca te
olvidamos.
(Un joven poeta a mi derecha le mesaba las
rodillas a la muerte).
Lo bajaron.
Se aplaudió en forma delirante;
la gente corría como loca asumiendo lo grave
del momento.
Lo bajaban.




Ningún poeta ha llegado al corazón de la tristeza, al dolor que recorre la médula de los huesos como César Vallejo. Nadie, antes que él, puso la sangre del hombre común tan alto, tan intensamente al centro de todo y por encima del polvo, al menos en nuestro idioma. 

Lo social y político se ha atrincherado en el discurso de muchos de sus exégetas, proponiendo su figura como un estandarte de las izquierdas más radicales, aunque podría serlo también debe mirarse ese carácter indiscutible de su estética como un acercamiento ‘único a lo minúsculo, a la sencillez y pobreza del hombre.

César Vallejo hace de lo cotidiano y común, de la pobreza real, de la soledad absoluta, un paradigma poético quizás único hasta ese momento en nuestro idioma, y con escazas influencias en la literatura universal: Villon, Rimbaud, Whitman.

Escazas miradas para lo poco románticas, poco simbólicas, estrofas que sustentan el cuerpo de la poesía hasta ese momento. Desde esa precursora escasez el peruano y comunista se nos vuelve continuamente para recordarnos que el humanismo depende, en lo total, de la mirada que nos coloca en el centro del universo al hombre.

Un poema se hace humano cuando menos artificio místico y natural propugna. Un poema es humano cuando habla de si mismo no como un poema, sino como un aguacero que es el poema, que cae al piso y se rompe en centelladas de poemas.







LOS HERALDOS NEGROS



Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos,
como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza,
como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!



ESPERGESIA


Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.

Yo nací un día
que Díos estuvo enfermo.

Hermano, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.

Pues yo nací un día
que Díos estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que mastico... Y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
Todos saben... Y no saben
que la luz es tísica,
y la Sombra gorda...
Y no saben que el Misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.



¡CUIDATE, ESPAÑA, DE TU PROPIA ESPAÑA!


¡Cuídate, España, de tu propia España!
¡Cuídate de la hoz sin el martillo,
Cuídate del martillo sin la hoz!
¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,
Del verdugo a pesar suyo
Y del indiferente a pesar suyo!
¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,
Negárate tres veces,
Y del que te negó, después, tres veces!
¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,
Y de las tibias sin las calaveras!
¡Cuídate de los nuevos poderosos!
¡Cuídate del que come tus cadáveres,
Del que devora muertos a tus vivos!
¡Cuídate del leal ciento por ciento!
¡Cuídate del cielo más acá del aire
Y cuídate del aire más allá del cielo!
¡Cuídate de los que te aman!
¡Cuídate de tus héroes!
¡Cuídate de tus muertos!
¡Cuídate de la república!
¡Cuídate del futuro!





MARGINALIA: César Abraham Vallejo Mendoza (Santiago de Chuco, 16 de marzo de 1892 – París, 15 de abril de 1938) fue un poeta y escritor peruano. Es considerado uno de los mayores innovadores de la poesía del siglo XX y el máximo exponente de las letras en su país. Es, en opinión del crítico Thomas Merton, «el más grande poeta católico desde Dante, y por católico entiendo universal» y según Martin Seymour-Smith, «el más grande poeta del siglo XX en todos los idiomas».

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