jueves, 13 de abril de 2017

MEMORIAS DEL CUERPO (XVIII)


¡Y si después de tantas palabras,
no sobrevive la palabra!
¡Si después de las alas de los pájaros,
no sobrevive el pájaro parado!
¡Más valdría, en verdad,
que se lo coman todo y acabemos!
¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte!






A veces nadie recuerda que los muertos están vivos, que se sientan junto a nosotros a tomar su plato de lentejas, sin saludar, sin avisarnos de que asistirían a cenar para decirnos que no están tan muertos, que aún viven en un lugar recóndito de nuestro silencio.

A veces las velas se apagan y en algún lugar de la casa escuchamos el golpeteo de una ventana contra si misma, el chirrido inmisericorde de las cigarras fuera de temporada.

A veces el amor regresa, se derrama encima de nuestra soledad como un reclamo de otro mundo, como una presencia que debemos presentir y arrinconar en el mínimo laberinto de nuestro pecho.

A veces el amor pasa... y no lo sabemos...






Han derramado el vino sobre la mesa...



Han derramado el vino sobre la mesa
y la muerte huele a luz
a consolada ceniza
como blancas columnas en la piedra aduermo

Se ha vertido igualmente todo el arroz
las torpes migajas de pan
que hoy alimentan la fuente de los ríos

Nadie pregunta por la cena
ni se arriesga a partir
cuando la casa duda del paisaje
y poco falta ya por romperse 

Han cerrado las altas ventanas
la voluntad de ejercer el patrimonio del asco
el aceite de un candil que pasa por mis huesos






MARGINALIA: Este poema es un lugar extraño y doloroso; pertenece al cuaderno Memorias del Cuerpo que forma parte del libro que da nombre a este blog y que algún día volveré a escribir, a pisotear sus versos./ Otros textos compañeros de éste, en tesitura similar pueden leerse aquí./ Escucharlos en el viento sería un buen desafío para quien busca pretextos en el hartazgo de la noche, o el día.


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