miércoles, 17 de febrero de 2016

MUERTE DE LA POESÍA (I)




Tumba de Gustavo Adolfo Bécquer 


Siempre que se habla del fin de la poesía, de su muerte, no puede uno evitar que venga a la memoria la cuarta rima de Bécquer. Aún con el paso del tiempo, y a  pesar de sus raquíticos detractores, el texto del último romántico español sigue siendo proverbial para responder a hipótesis tan temeraria.

Hay quienes anuncian síntomas del agotamiento de la poesía, recurriendo a sus supuestas «ambigüedades, subjetivismos y misterios», todo cuanto para el poeta no es más que la cristalización del lenguaje, puro, transparente e inefable.

Estiman, algunas voces por otra parte, que no hay un público dispuesto a escuchar aquel hálito obscuro, complejo; mientras otros se atreven a calificar de fantoches, en el mejor de los casos, a los que subvierten el lenguaje, que la tradición entiende como poético (los modos de expresar su discurso), reprochándole quizás el haber alcanzado llegar a lectores y ventas nada despreciables. Se colocan en singulares extremos. Y no lo hacen por convicción, sino por conveniencia.

Como el agua calma la sed, la poesía puede salvarnos. Pienso en las vanguardias que veían en el arte (entiéndase la poesía) la religión del hombre moderno, aquello que sostendría su fe en sí mismo. Solo habría que buscar el modo de hacerlo, ya sea una manera coloquial, intimista, popular o aritmética.

Creo que los poetas, con su capacidad de resistencia, pueden, y deben, recuperar el carácter imperecedero de la poesía en función de su utilidad como alternativa ante lo inhumano; pero ese impulso, ese estado de sublimación, ha de llegar a las esencias y no vendrá anclado de laberintos o ciudadelas de vidrio.

Debe advertirse de una vez, de la mano de García Lorca, que la poesía es algo que está en la calle, y que aun exhibe, con Bécquer, su extensa libertad y vida.






RIMA IV



No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira:
Podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.

 Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas;
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista;

mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías;
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!

 Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
Y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista;

mientras la humanidad siempre avanzando,
no sepa a dó camina;
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!

 Mientras sintamos que se alegra el alma
sin que los labios rían;
mientras se llora sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;

mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan;
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡Habrá poesía!

 Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;

mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas;
mientras exista una mujer hermosa,
¡Habrá poesía!



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